Editorial

Solidaridad en el siglo XXI

Solidaridad, Pixabay
Solidaridad / FUENTE: Pixabay

En 1993, el Presidente Patricio Aylwin hizo un llamado que sigue resonando con fuerza en la sociedad chilena del siglo XXI: "Solo en la medida en que nos ayudemos los unos a los otros permanentemente, y entendamos que nuestro paso por la vida es solidario, solo así podremos construir una vida feliz, de comprensión, una vida verdaderamente humana".

Aylwin, con el espíritu de unidad y reconciliación que caracterizó su mandato, enfatizaba la importancia de la solidaridad como valor fundamental para superar la pobreza y construir un país más justo y unido. En esa ocasión, el Congreso instituyó el 18 de agosto como el Día de la Solidaridad en honor a San Alberto Hurtado, símbolo de esperanza y compromiso social para los chilenos.

Treinta años después, este llamado a la solidaridad es más relevante que nunca. En pleno siglo XXI, Chile enfrenta desafíos sociales que requieren un renovado compromiso con el bien común. En un mundo donde el individualismo y el consumismo parecen dominar las dinámicas sociales, recordar la importancia de la solidaridad se vuelve crucial para construir una sociedad más equitativa y justa.

La solidaridad no es solo un acto puntual de caridad, sino una actitud permanente de empatía y colaboración. Es comprender que nuestros problemas no se resuelven de manera aislada, sino en comunidad. Hoy, más que nunca, necesitamos reencontrarnos con ese sentido de fraternidad que impulsa a mirar al otro no como un rival, sino como un compañero de camino. En tiempos de crisis económica, desigualdad social y problemas medioambientales, la solidaridad se presenta como el antídoto frente a la fragmentación social.

El legado de San Alberto Hurtado y el llamado de Patricio Aylwin son recordatorios de que la solidaridad es una responsabilidad cívica que trasciende ideologías y diferencias políticas. Si en 1993 se hizo un llamado a la unidad sin antagonismos, en este 2024 debemos abrazar ese mismo espíritu, entendiendo que la construcción de un Chile mejor solo será posible si trabajamos juntos, con lealtad y honestidad.

En un mundo en el que las brechas sociales parecen agrandarse, la solidaridad nos invita a salir de nuestro metro cuadrado y mirar con sentido social lo que nos une como nación. Es un desafío constante para todas las generaciones, desde la lucha por una educación y vivienda dignas hasta la construcción de comunidades más fuertes y resilientes.

Este 18 de agosto, en que se celebró una vez más el Día de la Solidaridad, es importante recordar que este valor es el pilar sobre el cual se construye una sociedad verdaderamente humana. Que las flores de aromo depositadas en el Santuario del Padre Hurtado sean un símbolo del renovado compromiso con el bienestar común, siguiendo el ejemplo de quienes, a lo largo de la historia, nos han mostrado que la verdadera grandeza de una nación se mide por la solidaridad de su gente.

En un Chile que anhela dignidad y justicia, la solidaridad es el camino que nos permitirá alcanzar esos ideales. Como dijo Aylwin: "En la medida en que seamos solidarios, iremos superando la pobreza y construyendo un Chile más unido". Hoy, ese llamado es más urgente que nunca.

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