Después de leer en La Tercera la crónica titulada "Desde polémico youtuber y una tarotista de TV a viejos conocidos: más de 50 independientes buscan llegar a La Moneda", recordé de inmediato el nombre del poema de Gabriela Mistral, "Todas íbamos a ser reinas", como paráfrasis para encabezar esta columna.  

¿Es comprensible que hasta ayer sean 57 las candidaturas independientes que se han inscrito oficialmente en el Servicio Electoral (Servel) para buscar el patrocinio de la gente con el propósito de convertirse en candidatos presidenciales y de esa manera estar en la papeleta (el voto) de las elecciones del próximo 16 de noviembre?

Se dice que "querer es poder", pero una cosa es querer y otra realmente es poder, tener las condiciones necesarias, y digámoslo sin ambages, tener las capacidades y la idoneidad para ejercer la primera magistratura de la Nación; ser el primero entre todos los chilenos, por decirlo poéticamente.

Esta inaudita proliferación de posibles candidatos resulta escandalosa y menosprecia el cargo al que se intenta postular. "La libertad es libre" dijo el gran Nicanor Parra, pero antes de tomar una determinación de esta envergadura es necesario reflexionar qué significa y en qué consiste el intento y formularse una simple pregunta: ¿"tengo dedos para el piano"?

Cualquier ciudadano tiene la libertad para tomar las decisiones que considere más atinadas y la voluntad para emprender cualquier trabajo (o aventura), pero ciertamente con los pies en la tierra. Es decir, cualquier chileno puede "soñar" con ser Presidente de la República. Que lo logre es otra cosa.

¿Cuáles son los requisitos para postular?

La Constitución Política de la República establece que para ser Presidente de Chile se debe ser chileno, tener 35 años de edad y ser ciudadano con derecho a sufragio. Tal vez por eso hay esta inusual cantidad de posibles candidatos. O sea, si usted cumple con estos sencillos requisitos, también puede buscar las firmas necesarias, certificarlas ante notario y llegar a ser candidato al "sillón de O’Higgins" en su intento de ingresar investido con una banda tricolor terciada en su pecho a "la casa donde tanto se sufre", como calificaba don Arturo Alessandri Palma al Palacio de la Moneda.

Si el candidato pertenece a un partido político o lista de partidos, basta con que la misma colectividad lo inscriba como abanderado. El candidato debe estar afiliado al correspondiente partido desde a lo menos dos meses antes de la fecha de cierre de inscripción de candidaturas y no haber sido afiliado en otro partido dentro de los nueve meses anteriores a dicha fecha. Si el candidato es independiente, no puede haber pertenecido a un partido por lo menos dos meses antes del cierre de inscripción de candidaturas, y contar con el patrocinio ciudadano (firmas) de por lo menos el 0,5% de los votantes de la última elección para diputados.

Cabe preguntarse cuáles son las motivaciones. ¿Amor a la Patria? ¿Vocación de servicio público? ¿Creer que tiene las condiciones para serlo? O también podríamos ser más procaces y pensar en los emolumentos a recibir de por vida. Quizás la respuesta sea "todas las anteriores".

La política se desprestigia por estas prácticas. Acometer iniciativas de esta envergadura, sin tomarle el peso necesario y con total falta de rigurosidad, es menospreciar el arte de gobernar, que Aristóteles acuñó como "el arte a través del hábito en la práctica de la moral". ¿Cómo entonces, desconocidos, sin ninguna trayectoria ni experiencia política, solo con las ganas, pretenden semejante favor de la comunidad?

Esto da para muchas más columnas, debates, sesudas reflexiones y, de seguro, una reglamentación que regule efectivamente las ansias de poder para elevar al rango que merece la aspiración de ser Presidente de Chile.

Por ahora digamos que...

"Todos íbamos a ser Presidentes,

y de verídico presidir;

pero ninguno lo ha sido

y quizás no lo podrá vivir".

Zenón "Cheno" Jorquera

Concejal de Los Ángeles